... de luz.
Cuando miramos el cielo descubrimos que la luz tiene más de una tesitura. La luz no sólo se ve. Se siente en el alma y nos estremece el cuerpo. Es un misterio del cual nos gratificamos en todos los instantes de nuestra vida.
Existe también la luz del entendimiento. Aquella iluminación que nos regala enseñanzas y claridad. Así como existe el brillo personal de cada ser humano.
Hay sentimientos y emociones, ideas y pensamientos, motivaciones y anhelos que son susceptibles de nitideces indistintas. Palabras sabias y generosas. Escucha armónica. El sentido de la vida, en sí, es ya un gran halo de luz. Un haz y una faz que nos guían a través de nuestros senderos y caminos.
Aprender a mirar los destellos de la iluminación a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos es el crecimiento del alma en su descubrirse a sí misma, descifrar la razón de su existencia y comprometerse con todos los motivos comunes que nos hacen ser parte de un mundo, habitar un planeta y pertenecer a un grupo social en el marco de un contexto geográfico e histórico. Es decir: el sentido de la civilidad.
Y existe también la iluminación a través del rostro de nuestro ser amado. Esa luz que nos llena de inspiración y ánimo renovado cada día al despertar.
Y tú... ¿amas la luz?
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