... y claridad.
El lenguaje y las acciones tienen la virtud de conjugarse y en consonancia llevarse a cabo. El lenguaje mismo es ya una acción. Y la nitidez con que tomamos decisiones al hablar y al hacer, tanto como al ser conforme a nuestra propia palabra, es lo que me gusta llamar: madurez.
Maduramos conforme somos capaces de vivir en armonía y en consecuencia con todo lo que nos conforma. Reconociendo la diferencia entre la realidad y lo que no es posible. Entre lo posible y lo que no es real. Por lo que con el paso de los años la vida entra en una conjugación verbal más seria y una consonancia al actuar más justa.
Y en este gran balance que se va alcanzando con el pasar de los años, aprendemos también que crecer es desprendernos un poco de nosotros mismos. Dejar de estar en primer lugar ante nuestras emociones. Dejarnos ocupar por muchas otras prioridades. Desde temprana edad recorremos este camino de la superación de uno mismo. No podemos saltarnos las etapas. Vivir cada uno de los instantes con intensidad y entrega es el camino certero para lograr una adultez serena.
Recibir las enseñanzas comunes y los aprendizajes de la vida para ser mejores personas cada día. Vivir cada día en calma y en sintonía con nuestros procesos vitales nos muestra el sendero de la persona que somos para empezar a caminar con más certidumbre. Y lo que ayer parecía intenso hoy deviene en prudencia, mesura, respeto, asertividad y claridad.
Y tú...¿confías en tu crecimiento personal?
Feliz inicio de semana
mágicas tortugas.
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