sábado, 26 de enero de 2008

un mago nada perdido

En medio de la selva amazónica, existe un castillo que guarda un baúl. Este baúl es de un mago que, tras ganar y perder batallas en sus aventuras selváticas, ha decidido dedicarse al cuidado de su baúl y vivir encerrado en su castillo.

Un día, llegó una paloma mensajera hasta su ventana, trayendo consigo un mensaje de amor, el mago se tapó los oídos y le pidió a la paloma que se marchase.

La paloma mensajera regresó con quien la había enviado y le narró lo sucedido. Era una tortuga enamorada la emisora de la misiva. La tortuga insistió y pidió a la paloma fuera de nuevo. "Pero esta vez, paloma, aségurate de que el mago te escuche."

Llegó la paloma con el mago, quien había emprendido una nueva travesía, al ser expulsado del castillo por órdenes de un fuerte león. Y sólo si se deshacía de su bául, podría volver.

El mago siguió su camino, cargando a cuestas su pesado baúl. Mientras más se alejaba, más pesaba el baúl y más difícil era la posibilidad de volver con su león. La paloma lo alcanzó y le dijo "Tengo un mensaje para ti, es un mensaje de la tortuga enamorada" ¡Ya te dije que no quiero saber ni escuchar!! "Pero yo debo acompañarte hasta que me escuches" ¡Pues sígueme hasta donde quieras pero hasta que no me deshaga de mi baúl no quiero que me cuentes nada paloma!! nada, paloma!!

Pasaron horas, días, semanas. El mago seguía su camino, tenía exhausta a la paloma y hacía el baúl más pesado a medida que dejaba la selva. Cruzaba desiertos, no encontraba un lugar seguro para dejar su baúl. No estaba decidido a renunciar a su carga ni encontraba la hora para recuperar su castillo. Buscaba el modo de conservar su baúl sin que fuera una condena. Quería guardarlo dentro de sí y como parte de su corazón.

La paloma desfallecía de sed y cansancio e insistía "Tengo un mensaje para ti, sólo escúchalo para que pueda volver con mi tortuga" "Por favor mago, sólo escúchalo" ¡No paloma!! ¡no quiero saber nada!! nada, paloma!!


El león empezaba a preguntarse porqué el mago tardaba tanto, sólo debía deshacerse de su baúl, precisamente, para no cargarlo. Sólo era preciso soltarlo y dejarse llevar con magia de tortuga. Así, este mago sería capaz de vivir acompañado de su baúl. El león sentía enfermar porque sin su mago estaba condenado a quedarse encerrado en el castillo. Pero el mago sin su baúl no podría liberar a su león.

La tortuga, en cambio, no entendía porqué el mago no escuchaba su mensaje. Ni adivinaba su silencio y distancia. Sentía enfermar al saber que tendría que guardarse en su caparazón, nuevamente, sin poder ver la luz un siglo más. Si el mago no accedía a conocer el mensaje y acudir a su encuentro. Pero el mago quería tanto recibirlo que sabía era preciso saberse dueño de su baúl para libre ser amado.


El mago, nada perdido, no sólo quería cargar su baúl, buscaba compartirlo sin perderse de sí.

Y la tortuga... necia... sólo quería pedirle que liberara a su león,
sin percatarse de que no hay león sin bául.



Y tú ¿dónde quieres guardar tu baúl?

¡feliz cumpleaños
a mis dos tortugas que
sin saberse
comparten este día,
una mágica de alma
y la otra llena de corazón!



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