miércoles, 9 de enero de 2008

un cocodrilo rufián

Érase una vez... muchos siglos atrás... en tiempos de dinosauros y selvas... un mar color plata. En el que habitaba un cocodrilo hecho de pasado y futuro que no podía estar en el presente. Podía ver el futuro, incluso podía experimentarlo pero sin estar ahí, eran imágenes infinitas, que se multiplicaban y confundían como si fueran voces que le hablaran en otros idiomas. Y él para acallarlas gritaba y gritaba. Al gritar, ahuyentaba todo respiro libre que habitara el cielo.

Como los gritos no alcanzaban a calmar los sonidos de todo lo que estaba aún por ocurrir, bebía del río de cobre un elixir de olvido. Cuando el cocodrilo estaba bajo los efectos de estas aguas, en cambio, sólo podía ver el pasado como si reviviera todo de nuevo, una y otra vez. Sin distinguir, si quiera, el sueño imaginario del recuerdo vivido. Entonces, remotas voces del ayer le hablaban y gritaban sin cesar. El cocodrilo, rabioso, su cola sacudía con furia y el mar de plata, con fuerza, golpeaba todas sus playas dejando sin aire cualquier rastro de vida fuera de él. Hasta que caía agotado y podía descansar en el fondo de sus aguas.

Mientras dormía, no se enteraba de nada, no podía soñar ni conservar un instante para sí. Fue así como este pobre cocodrilo vivió atrapado entre su pasado y el interminable futuro. Por no poder aguardar en el presente ni un pequeño instante.



Y tú ¿conoces a tu cocodrilo?

Hasta mañana tortugas de plata y mar.


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