martes, 2 de diciembre de 2025

sueños...

 ...cumplidos.



Es difícil distinguir un sueño de la realidad cuando queremos hacerlo real. Es decir, cumplir el sueño. ¿Son todos nuestros anhelos dignos de volverse reales? Porque el problema con los sueños que se quieren realizar es que pueden ser caprichosos, egoístas o padecer de alguna perversión. Cuando el ser humano imagina lo que quiere para sí mismo no siempre es con bondad. Además ahora hay tantas brechas de sentido que lo que es bueno para uno es aberrante para otros. 

Yo solía creer en los sueños llenos de magia de tortuga hasta que comprendí que no siempre es de buen augurio hablar de sueños cumplidos. Yo doy por hecho que todos somos buenos, etc., etc., etc. Y que sí es bueno hablar de sueños cumplidos...sería algo cuasi milagroso: que todos cumplan sus sueños bondadosos. Pero los anhelos de los seres humanos son también brutales. Lo vemos todos los días en la televisión. El ser humano también puede ser un monstruo. Ya lo dijo Pico de la Mirándola... el ser humano puede elegir ser como los dioses o vivir como las bestias. De ahí tan honda su dignidad. Quién puede imaginarse que sean tantos los monstruos y las personas que sólo piensan en sí mismas sin importar las consecuencias de sus actos. 

Como ven, en últimos tiempos, me pregunto mucho sobre el mal del mundo. ¿Por qué existe? Y es que somos tantos en el planeta, en un país, incluso en un barrio, que fuese alentador encontrar soluciones para los problemas que enfrentamos ante quienes prefieren actuar con maldad, desde líderes mundiales, hasta cualquier ciudadano de los que renuncian a su humanidad. Somos tantos y, sin embargo, vivimos muy lejos unos de otros. La mayoría somos ajenos entre sí. Se interactúa con un círculo próximo, más o menos frondoso y el resto del mundo nos es inasequible. Es falso que la tecnología nos acerca. O rompe las barreras de la distancia física. Nos permite la proximidad con nuestros seres ya cercanos (por ejemplo video llamadas). E instauró otras formas de estar presente en ámbitos comunes (más o menos cercanos; lo mismo un zoom familiar; y no igual cosa, un evento laboral). Pero somos restringidos en el tiempo. Estamos acotados a nuestra corporeidad. Son las mismas experiencias que ya conocíamos sólo que ahora se viven de otro modo. Lo cierto es que buscamos espacios de comunidad para sentirnos parte del mundo. Incluso comunidad tecnológica a través de redes sociales. Lo cual es tan habitual ya en nuestros días. La tecnología ahora sí se ha vuelto depositaria de parte importante de nuestra organización social, esos lugares en los que confluimos como comunidad y cada quien es un número sujeto a toda clase de trámites. Con menos efectividad para los ámbitos de organización social en los que pudiésemos participar en aras de contribuir con nombre y apellido en alguna causa común, afortunadamente: la tecnología todavía no ha suplantado nuestra libertad ni equiparado nuestro hacer en la vida real al margen de las expresiones sociales tecnológicas. Se vive como se ha vivido siempre: de cuerpo entero (nada más que ahora nos sentimos obligados a contestar el teléfono las 24 horas del día... por decirlo de algún modo y para reír entre quienes pertenecemos a la generación del teléfono fijo). Con más o con menos tecnología: el mundo adolece de mucha falta de bondad. Y debiese ser una de las discusiones prioritarias en nuestros tiempos. Ahora que todo quiere ser sustituido por un aparato celular, aplicaciones e inteligencia artificial habría que preguntarnos sobre qué es ser bueno en tiempos virtuales.

Volviendo a los sueños cumplidos haría falta una máxima kantiana similar al imperativo categórico: sueña de tal manera que... si se cumpliese tu sueño sea sin violencia. Y sin violencia es sin perversión alguna y sin ninguna forma o manifestación de violencia. Así sí se podrían cumplir los sueños llenos de magia de tortuga. 


Y tú... ¿prefieres vivir o soñar?

Buen martes
estimadas
mágicas
tortugas.

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