miércoles, 13 de febrero de 2008

cascarón de nieve

Queridas tortugas:

Esta noche les voy a contar de un cascarón que no podía romperse. Contenía el espacio conocido que le pertenecía, como si se hubiera congelado tiempo atrás. Vivió cubierto de nieve hasta que chocó con otro cascarón igual a él y supo que era tiempo de salir de sí.

Cual catarsis, este cascarón temblaba, sudaba y exhausto dormía. Convaleciente, aprendía poco a poco a caminar y descubría cómo latir ante su nuevo sentir. Así, se derretía la nieve y cada una de sus células se nutría y regeneraba al nacer. Con ejercicio y sano alimento se fortalecía y embellecía. Como si fuera la primera vez que se veía en el espejo y, al levantar la vista, se hubiera liberado de la carga que cerraba su pecho y lo oprimía hacia el interior de sí.

Aun si al abrirse por completo no estuviera acompañado, estaría dichoso de haber chocado con el viento aquel día en que despertó de su más larga espera. Y todavía ciego en su encierro, sabía que no estaba solo.

¿Cómo lo sabía?

Un hada le hablaba cada noche en sus sueños y durante el día aparecían señales por doquier.

Muchas veces no se trata de aquello que es cierto, o de lo que damos por seguro, la mayoría de las veces se trata de aquello en lo que creemos y de la fe que depositamos en ello. Y eso sí, nunca sabemos qué va a pasar mañana ni cuánto durará nuestro siempre. Esto no es razón para dejar de agradecer la ilusión capaz de despertarnos e invitarnos a salir del cascarón.


Y tú ¿cómo quieres romper tu cascarón?


Hasta mañana!

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