martes, 26 de febrero de 2008

mi derecho a fumar

Queridas tortugas:

Esta noche quiero compartir algunas consideraciones sobre la nueva ley que restringe espacios públicos y libertades privadas.

La salud... es un concepto sumamente relativo cuando se trata de balancear efectos, y consecuencias a terceros, de nuestros hábitos de vida. Yo soy fumadora. Llevó 7 años, 8 meses y 26 días en abstinencia. La razón por la que dejé de fumar, si bien está ligada a la "salud" y a los estragos que se empiezan a manifestar cuando ciertos hábitos devienen en "vicio", fue otra. En realidad, fue una cuestión de consumo de energías. En ese momento, requería mucha energía la actividad que deseaba realizar, lo cual se contraponía con la energía que consume de ti cualquier "vicio". Al grado de que elegí entre un placer y otro placer. Para mí, fumar no es un vicio, es un placer. Así como me era placentero dedicarme a aquello que me ocupaba: una maratónica maestría en políticas públicas. Parte de este condicionamiento tuvo que ver con mis condiciones físicas, no todos tendrían que haber hecho tal elección, para mí era vital. La segunda consideración que tuve para dejar de fumar tiene también que ver con el consumo de energía. Tengo el convencimiento de que cuando llega cierta edad en nuestras vidas, en donde nuestro nivel de energía reduce nuestra actividad, inevitablemente, es cuando el valor de los placeres "pasivos" se acrecienta. Así que pensé reservar mi gusto por el cigarro para cuando ya no tuviera mucho más que hacer que disfrutar el tiempo pasar y llegar sana hasta entonces, pues los efectos malignos del cigarro son acumulativos y, sí, no le veía mucho sentido a envejecer con tanto dolor y sin poder seguir disfrutando alguno de mis placeres favoritos. Confieso que ninguna de mis consideraciones tuvo que ver con los "fumadores pasivos".

Fumar no es malo en sí mismo. Lo malo es enajenar nuestra voluntad y distraer nuestra energía de realizar otras actividades que nos son vitales y satisfactorias. Lo cual no está asociado a "sustancias" sino a la relación entre el consumo de ellas y nuestros niveles de energía. En esta ecuación, cada cuerpo tiene su propio equilibrio, y uno de los espacios de libertad fundamental de cada ser humano es decidir sobre la forma en que quiere distribuir el consumo de sus energías.

Si bien es cierto que debe haber garantías para fumadores y no fumadores, estas medidas no pueden desfavorecer el derecho que todos tenemos de elegir cómo vivir, cómo morir y, sobretodo, cómo administrar nuestro consumo de energías. Así como no es justo decidir sobre las formas de placer que cada quien prefiere.

Como problema de salud pública, las medidas deben ser consistentes con otros hábitos nocivos y, en ningún caso, se puede atentar contra la autonomía o integridad de la persona vía políticas persecutorias. El tema de cómo afecta al gasto público el cuidado responsable, o no, de los ciudadanos sobre su salud, es complejo. Si la ley anti-tabaco fuera consistente, el siguiente paso sería multar a diabéticos por comprar y consumir pasteles. Y, bajo el argumento de daños a terceros, se deberían considerar otros hábitos (psicológicos) que involucran traumas y violencia pasiva en las relaciones humanas, pues convivir implica riesgos de todo tipo... ¿qué sigue? ¿apresar a maridos o esposas infieles? por causar depresión o desencadenar trastornos médicos en sus parejas que, también, el erario público termina costeando.

¿Cuál es el límite? y ¿quién lo va a decidir? Lo cual me recuerda que lo más abusivo de esta nueva ley es que, cuando votamos por nuestros representantes, no estaba en la mesa de discusión la posibilidad de un ley de esta naturaleza. Y esto es lo que más me asusta de esta medida, el descubrir cuán irresponsables somos los ciudadanos al no estar al tanto de los planes de acción de los candidatos, ni dar seguimiento adecuado a su desempeño y no pedirles cuentas de sus acciones, para garantizar que cumplan su trabajo como "representantes". Lo cierto es que, de manera arbitraria, están decidiendo aspectos fundamentales sobre nuestras vidas. Bajo esta perspectiva, la ley anti-tabaco sería de los temas menos preocupantes. ¿Qué sabemos de todas las demás leyes?

¿Realmente vivimos una democracia?

¿Por qué prohibir fumar y empezar a perseguir ciudadanos? cuando el narcotráfico tiene en estado de sitio gran parte del territorio nacional. ¿Por qué no legalizar el consumo de "drogas"? y reducir los costos de la "guerra" contra el narcotráfico. ¿Quién se beneficia de lastimar a las tabacaleras? ¿Por qué presionar a la industria restaurantera en medio de un periodo de disimulada recesión?

Lamentablemente, lo único que se vuelve evidente con este tipo de medidas es la ignorancia sobre nuestro cuerpo y los mitos existentes sobre lo que, desde el discurso del dominio, se llaman "vicios". A la vez que somos presos de nuestro sistema jurídico y cómplices de una precaria democracia.

¿Llegará el día en que también sea un delito fumar en tu propia casa?

El problema de los fumadores pasivos no es razón suficiente para violentar el estado de derecho y las garantías individuales. Debería ser un acuerdo entre particulares lo que resuelva las diferencias y abusos entre quienes gustan de fumar y quienes no quieren sufrir las secuelas de un hábito que no les brindó ningún placer a sí mismos. Así como se debería contemplar que los fumadores pasivos, quizá, también obtienen beneficios del hecho de que algunas de las personas con las que conviven fuman. Es decir, visto desde otra perspectiva, fumar puede ser un mal menor frente a un mal mayor.

Y las preguntas de fondo son ¿por qué para muchas personas fumar es un instrumento fundamental para vivir y sobrevivir el mundo que hemos inventado? ¿por qué fumar sigue siendo una forma preferible de invertir energías y obtener placer por tantos ciudadanos? y ¿cómo impacta el entorno para hacer del hábito de fumar un cuadro de adicción? En donde el problema no es fumar, sino las secuelas nocivas para la calidad de vida y el detrimento del placer, aspectos que caracterizan cualquier forma de adicción.

Y regresando a los costos... me pregunto si la Secretaria de Salud ya calculó el costo de la abstinencia para el sistema de salud pública, pues una cosa que aprendí cuando dejé de fumar es que quienes luchan contra el tabaquismo te incitan a dejar de fumar pero no te hablan de las secuelas físicas que enfrentas cuando suspendes un hábito que está directamente vinculado con la regulación de sustancias básicas para el funcionamiento cerebral, la configuración de tu personalidad y la conducta adaptativa.

Por no mencionar la discriminación de corte facista involucrada en una ley que divide a la población entre no fumadores y fumadores, buenos y viciosos, víctimas y agresores. No fumar no te hace mejor persona. Y fumar no te vuelve un delincuente. Bueno, con la nueva ley, en México, fumar sí es un delito, gracias a que estamos a la vanguardia mundial... como declaró el Secretario de Salud.


Y tú ¿quieres decidir cómo vivir y cómo morir?

Hasta mañana.


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