sábado, 23 de febrero de 2008

reír y soñar

Quizá su paciencia... O su trompa rugosa succiona el camino y lo mantiene firme, mientras sus sólidas y anchas patas se abren y sostienen en el aire, como si se parara de cabeza... ¿Será que se cuelga de la cola? ¿O se cuelga de sus cuatro patas como si abrazara la vara de bambu? deslizándose como si, subiendo por una leana, enroscara su trompa. También puede ser que se pare en dos patas y, de lado, se deslice; o paso a pasito camine apoyando la trompa, como bastón, al avanzar. Quiza sea su sangre de otro siglo que lleva la sabiduría en cada arruga de su piel. O la magia que acompaña el misterio de su sobrevivencia. En realidad... es su sentido del humor.

El elefante decidió llegar al manantial a recibir cada amanecer y regresar a la selva durante el día porque, al llegar a la mitad del camino, descubrió que era el trayecto lo que más disfrutaba. Riendo y cantando, inventaba historias, soñaba futuro y felicidad, recordaba dichas y viajes, mientras inventaba distintas formas de deslizarse por su vara de bambú. Se nutría en la selva. Bebía y se acompañaba del reflejo de la luna, en el manantial.

Tras hacer un balance de su vida, festejó y bailó con la selva y con el manatial. Quienes, por un instante, dejaron de estar separados por una larga larga larga vara de bambú. Gracias al amor del sabio y bello elefante que, con sentido del humor, no se cansaba de soñar.


Y tú ¿cómo encuentras tu equilibrio?


Hasta mañana y que tengan un divertido domingo!!


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