lunes, 4 de febrero de 2008

el cerro de las 7 brujas

En un lejano y oscuro territorio habitaban siete brujas... sa' ladrona, sa' mentira, sa' borracha, sa' envidia, sa' vanidad, sa' gritona, sa' mezquina y una hechicera mala, quien gobernaba sus propósitos. Hurgando en las casas y en las vidas privadas de las personas, para enviar a una de sus brujas a romper amores y armonías de vida. Esta hechicera hacía mano de sus siete brujas para obtener lo que quería. No tenía consideraciones con los otros seres humanos y todos debían prestarle atención, estrictamente, a ella. Si alguien distraía a sus interlocutores, golpeaba y mataba sin clemencia ni compasión. Por ello, todos los habitantes del pueblo, atemorizados, vivían guardando sus virtudes y dichas, escondidos en sus casas rezando que la hechicera no pudiera verlos jamás. La mayoría prefería que ella pensara que eran malos, feos e infelices, era la única manera de que la mala hechicera los dejara en paz, no sin antes hacer correr rumores atroces sobre ellos y todos sus defectos. Pero, al menos, así se olvidaba de hacerles daño.

Llegó el día en que ocho hadas visitaron el cerro, ellas venían de distintos reinos y soles, cada una era más bella que la otra y su bondad brotaba como luz desbordada de sus cabellos. La hechicera mala, con nariz de perico y falsa sonrisa, convocó a sus siete brujas para combatir a las nuevas visitantes. Desesperada se encontraba, ante la verdad y la autenticidad de las hadas.

Cada una de las hadas poseía todas las virtudes, en equlibrio habitaban en elllas, de ahí que no pudieran mentirse entre sí, ni competir la una con la otra, ni desear dañarse, eran solidarias entre ellas. Generosamente, se comprendían unas a otras, a pesar de ser muy distintas entre sí. Y, al festejar, se embriagaban en el elixir dionisiaco sin herirse ni romper la música a su alrededor. Aunque no siempre estaban juntas, eran amigas. Libres se entregaban a sus historias de vida y con respeto compartían sus relatos.

La hechicera, atrapada por sus brujas, conspiró para romper su equilibrio y su libre amistad. Sólo pensar en las hadas, despertaba en ella ganas de robar lo que no era suyo y tenerlo todo para sí. Acaparar bienes y virtudes, dominar, mentir y manipular, vivir presa de la envidia, con mezquindad esparcir chismes sobre las hadas, a gritos defenderse finjiendo ser víctima indefensa, narcisa y autocomplaciente sentirse única reina y mujer. Pero todas sus luchas eran en vano, nada podía opacar la verdad y las ocho hadas sólo sabían brillar. La locura tomó cautiva a la hechicera, las brujas gobernaban todos sus sentimientos. Y ella era incapaz de distinguir el bien del mal, la verdad de la mentira, ni apreciar la belleza. Sólo odio cultivaba su enfermo corazón. Sola vivía en el cerro y sólo con mentiras lograba a las personas acercar. Triste vivía. Limpiando todo el día las paredes de su alma como si eso la hiciera ver más clara. Orgullosa cual era, no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer y, sin importar cuántas batallas perdidas tuviera en su haber, no perdía la oportunidad para, con maldad, su herida clavar en corazones libres e inocentes. Ya no sabía vivir de otra manera. Y sus brujas le hablaban al oído todo el día, a medida que neciamente enloquecía.

Las hadas, en cambio, habían llegado al cerro con un único propósito. Convencer a la hechicera de que no había nada que ellas tuvieran, que ella no tuviera también. Y que sólo bastaba, con un poco de generosidad hacia ella misma, mirar dentro de sí y descubrir toda la luz que guardaba su alma. Y traían este relato en lugar de falsas palabras para manipular...

"Querida hechicera, escucha con atención, en nosotras también habitan tus siete brujas, las conocemos muy bien, fuimos cada una de ellas y, como tú, en hechicheras nos convertimos algún día. Hasta que, cansadas de pelear entre nosotras y ser infelices a causa de nuestras rivalidades, decidimos compartir nuestras historias de brujas y hechizos. Descubrimos, al hacernos amigas, que todas pasábamos por lo mismo. Decidimos volvernos aliadas y enseñar a nuestras brujas que su fuerza y poder podíamos de otras maneras utilizar, alcanzar dicha y plenitud, sin a nadie robar o dañar. Y resultó ser tan sencillo que, cuando nos dimos cuenta, las brujas habían muerto y renacido en su lugar flores de paz, sonrisas, belleza y armonía. Nuestra hechicera, sin sus brujas, se marchó de nuestras almas y nuestros corazones, libres, pudieron amar. Recuerda amiga, tú eres un hada hermosa, sólo debes dejar morir a tus brujas y, así, a tu hechicera renunciar."


Y tú ¿quieres tus brujas dejar?


Hasta mañana tortugas!

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